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De martes a sábado, de 10 a 19h
Miércoles, de 10 a 20h
Domingos y festivos, de 10 a 14.30h
La taquilla y la entrada cierran 30 minutos antes del límite horario
CERRADO: Lunes no festivos, 1 y 6 de enero, 1 de mayo, 10 de junio, 25 y 26 de diciembre
Plaza de Pau Vila, 3
93 225 47 00
mhc.cultura@gencat.cat
93 225 42 44. De lunes a viernes, 10 a 14h i 15.30-17.30h.
mhcvisites.cultura@gencat.cat
Autobuses V17, H14, D20, V15, V13, 39, 45, 51, 59 i 120
Metro L4 (amarilla) Barceloneta
Tren a Barcelona. Estació de França
Barcelona Bus Turístico. Línea roja y Barcelona City Tour. Ruta este. Parada “Museu d’Història de Catalunya”.
Hay tres parkings de pago próximos: en Passeig Joan de Borbó, Moll d’Espanya y Moll de la Fusta.
Los autocares disponen de espacios de aparcamiento cerca del edificio del museo.
General 4 euros
Reducida 3 euros
General 8 euros
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En el 711, un ejército musulmán emprende la conquista de la Hispania visigoda. La península ibérica, rebautizada con el nombre de al-Ándalus, se incorpora al islam. A lo largo de cuatro siglos, las tierras de Balaguer, Lleida, Tarragona y Tortosa forman parte de una comunidad económica y religiosa que se extiende hasta la India.
En la frontera entre al-Ándalus y el Imperio carolingio, cobijados por los Pirineos, se forman los condados catalanes. A partir del siglo X, bajo la hegemonía de la casa de Barcelona, los condados se independizan del poder de los reyes francos y, con el paso de los siglos, ganan importancia política en el contexto de la Europa feudal.
La conquista de la Cataluña Nueva, la vinculación con Occitania y la unión dinástica con Aragón, consolidan el nuevo Estado. La repoblación de tierras se organiza, en gran medida, mediante la fundación de parroquias y monasterios que expanden el arte y la sensibilidad del románico en todo el territorio.
A partir de la conquista arabo-bereber del 711, la península ibérica forma parte del califato omeya de Damasco. Nace una nueva sociedad en los confines del islam, fruto del mestizaje de culturas muy diversas: al-Ándalus. En el 929, Abderramán III se independiza del poder de los califas abasíes, que dominaban desde Bagdad, y proclama Córdoba como capital de un nuevo califato.
Al-Ándalus se convierte en la primera potencia cultural y económica de Occidente y ejerce una influencia muy importante en los reinos cristianos del norte. La huella del islam es determinante en la configuración de la futura Cataluña ya que durante más de cuatro siglos, los territorios del sur del Llobregat se integran plenamente en el espacio cultural y político andalusí.
La formación del Imperio carolingio marca el paso de la antigüedad tardía a la Europa medieval. Al abrigo de los Pirineos y a las puertas del mundo islámico, la futura Cataluña emprende su construcción. La dominación franca organiza los territorios fronterizos en distritos condales, que protegen la denominada Marca Hispánica. Con el paso del tiempo, sin embargo, el poder de los francos sobre esos territorios se debilita.
Las jóvenes dinastías condales, surgidas de linajes autóctonos, faltan a menudo a los vínculos de vasallaje. Wifredo el Velloso, conde de Cerdaña y Urgell, agrupa bajo su gobierno los condados de Girona, Barcelona y Osona, reuniendo así el patrimonio básico de la Casa condal de Barcelona. A finales del siglo X, los vínculos con el poder franco se rompen definitivamente y se inicia el camino hacia la independencia política.
Los habitantes de Girona entregan la ciudad a los francos por voluntad propia. Poco después, los territorios de Urgell, Cerdaña, Pallars y la Ribagorza siguen su ejemplo.
El día de Navidad del año 800, Carlomagno es coronado emperador en Roma. Sobre la base de los extensos dominios heredados, expande su imperio por los territorios de los eslavos, los lombardos, los bizantinos y los musulmanes.
Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, y Guillermo de Tolosa dirigen el ejército franco. Rendida por el hambre, Barcelona capitula el 3 de abril. Carlomagno otorga a sus habitantes una amplia carta de libertades.
Wifredo el Velloso, de la Casa de Carcasona, se convierte en conde de Barcelona y de Girona, además de conde de Urgell y de Cerdaña. Sus hijos, los primeros condes no nombrados por los reyes francos, inician una dinastía propia.
A pesar de los esfuerzos de los condes, los territorios catalanes sufren los ataques del caudillo musulmán Almanzor. En el 985, asalta y saquea Barcelona tras derrotar a Borrell II en la batalla de Rovirans.
Tras no recibir la ayuda solicitada para la defensa del territorio, Borrell II decide no renovar el juramento de fidelidad a Hugo Capeto, monarca franco, y se da paso a una independencia de facto. En adelante, los condes catalanes actúan con plena soberanía en sus dominios.
En el siglo VIII, los Pirineos se encuentran densamente poblados debido a las corrientes migratorias provocadas por las crisis del Bajo Imperio, las invasiones germánicas y la conquista musulmana. Cuando los valles pirenaicos alcanzan su techo demográfico, se inicia una fuerte emigración hacia las tierras bajas.
El trabajo de las familias campesinas, que se instalan en zonas despobladas, convierte la tierra yerma en productiva. Ese proceso es fundamental para entender la conquista y colonización de la Cataluña Vieja. Con el paso de los años, sin embargo, el feudalismo se impone en todo el territorio y la pequeña propiedad campesina libre se ve reducida frente a los dominios del clero y de los grandes señores feudales.
La conquista carolingia de los territorios catalanes y el establecimiento de la llamada Marca Hispánica originan la formación de una aristocracia singular, arraigada al territorio, pero que en muchos casos tiene intereses contrapuestos al conjunto de la población. Esa clase social surge de la fusión entre linajes de origen pirenaico y miembros de la nobleza hispano-goda.
Los miembros del estamento dominante se dedican principalmente a la guerra, aunque también ejercen funciones administrativas y judiciales en los distritos que poseen en nombre del conde, de los que extraen sus rentas. En el siglo XI, se convierten en los grandes beneficiarios de los cambios sociales y del establecimiento del feudalismo.
La Iglesia lleva a cabo una intensa labor de evangelización durante los siglos VIII, IX y X. Las comunidades agrarias encuentran en la parroquia su ámbito natural de relación. Los monasterios se convierten en centros de conservación y transmisión de la cultura y el conocimiento de la antigüedad, y desarrollan el arte románico, que se extiende por todo el territorio.
La Iglesia tiene un papel determinante en el mantenimiento de la legalidad y del orden. Para hacer frente a la violencia feudal, la jerarquía eclesiástica crea instrumentos legales como la institución de la Paz y Tregua de Dios, que establece la supresión de las luchas feudales durante un periodo de tregua. El abad Oliba es su impulsor y su obra ejemplifica la función vertebradora y constructora de la Iglesia.
A lo largo del siglo XII se consolidan algunos de los rasgos que caracterizan la identidad catalana. La aparición del corónimo «Cataluña» es casi simultánea al inicio del uso del catalán como lengua escrita. Las cuatro barras, de la enseña de los condes de Barcelona y actual bandera nacional, se utilizan desde finales del siglo XI.
La sociedad feudal, marcadamente agraria, se dinamiza gracias a la intensificación del comercio: aparecen nuevas villas, mercados y ferias, que vertebran el territorio, y se establecen grandes rutas marítimas que abren el país al intercambio. Barcelona es el núcleo urbano más poblado y el centro político, económico y social de Cataluña: es el «cap i casal» (la capital).
La Corona de Aragón nace en 1137 fruto del matrimonio de Ramon Berenguer IV de Barcelona con Petronila de Aragón, hija del rey Ramiro II el Monje, y se convierte en una potencia militar que se expande por tierras musulmanas. La conquista de la Cataluña Nueva genera una importante corriente migratoria hacia el sur, en la que las órdenes religiosas y militares tendrán una gran influencia.
Los vínculos culturales y políticos con Occitania marcan la personalidad de la monarquía catalano-aragonesa. La cultura trovadoresca, tan característica de la época, está muy presente en la corte. La expansión hacia las tierras occitanas se verá truncada debido a la cruzada francesa contra la herejía cátara y a la derrota del rey Pedro el Católico en la Batalla de Muret, en 1213.
El matrimonio de Ramon Berenguer IV y Petronila de Aragón, hija del rey Ramiro el Monje, une dinásticamente Cataluña y Aragón. Su hijo Alfonso el Casto es el primer monarca que gobierna con los títulos de rey de Aragón y conde de Barcelona.
La Corona de Aragón se expande en varias campañas por la llamada Cataluña Nueva. Entre 1148 y 1149, conquista Tortosa, Lleida, Fraga y Mequinenza. En otra campaña, en 1153, toma los enclaves de Prades y Siurana.
Ante la amenaza expansionista de los almohades, los diversos reinos cristianos peninsulares se alían y los derrotan en la batalla de las Navas de Tolosa. Esta batalla señala el declive de la hegemonía musulmana en la península.
En el contexto de la cruzada contra la herejía cátara, las tropas de Simón de Montfort derrotan al rey Pedro el Católico, que muere en la batalla. Este enfrentamiento marca el preludio de la dominación francesa sobre Occitania y el fin de la expansión catalana en esta región.
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