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De martes a sábado, de 10 a 19h
Miércoles, de 10 a 20h
Domingos y festivos, de 10 a 14.30h
La taquilla y la entrada cierran 30 minutos antes del límite horario
CERRADO: Lunes no festivos, 1 y 6 de enero, 1 de mayo, 10 de junio, 25 y 26 de diciembre
Plaza de Pau Vila, 3
93 225 47 00
mhc.cultura@gencat.cat
93 225 42 44. De lunes a viernes, 10 a 14h i 15.30-17.30h.
mhcvisites.cultura@gencat.cat
Autobuses V17, H14, D20, V15, V13, 39, 45, 51, 59 i 120
Metro L4 (amarilla) Barceloneta
Tren a Barcelona. Estació de França
Barcelona Bus Turístico. Línea roja y Barcelona City Tour. Ruta este. Parada “Museu d’Història de Catalunya”.
Hay tres parkings de pago próximos: en Passeig Joan de Borbó, Moll d’Espanya y Moll de la Fusta.
Los autocares disponen de espacios de aparcamiento cerca del edificio del museo.
General 4 euros
Reducida 3 euros
General 8 euros
Reducida 6 euros
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Desde sus inicios, el islam aprobó la guerra como medio lícito para la expansión de la religión. En cambio, en el mundo cristiano, la idea de guerra santa no se adoptó hasta el siglo XI, cuando se concluyó que las empresas militares contra los infieles y los enemigos de la Iglesia eran buenas a los ojos de la Divinidad.
Ya durante la época de Carlomagno, sus gestas guerreras fueron alabadas como favorables a la fe. Pero el cambio total de mentalidad se produjo en el siglo X, en las campañas defensivas contra magiares, vikingos y árabes, que eran vistos como saqueadores de iglesias y enemigos de Dios. El papado se convirtió en el primer promotor de una guerra conducida por los cristianos en defensa de la fe. Finalmente, como vicarios de Cristo, los papas se otorgaron el derecho de poder convocar expediciones armadas. Las cruzadas para recuperar Jerusalén son el último eslabón en la evolución de estas guerras aprobadas por el papado.
Desde los primeros tiempos del cristianismo, el monje era considerado como el mejor ejemplo de cristiano, mientras que la profesión de guerrero se consideraba impura y pecaminosa. Aquel que derramaba sangre humana tenía que estar preparado para afrontar la penitencia y el arrepentimiento. Los cristianos veneraban más a los santos guerreros por el hecho de haber renunciado a la violencia, que por su dedicación marcial. A pesar de ello, estos santos eran considerados protectores de los ejércitos y de los soldados.
Con las convulsiones del feudalismo, aquellos que servían como defensores de la Iglesia recibieron todo tipo de bendiciones y elogios, y todavía más si se enfrentaban a un enemigo que no era cristiano. La influencia de la guerra en la península Ibérica se dejó sentir en toda Europa y, como en el mundo islámico, se afirmó que los guerreros que murieran luchando contra los infieles ganarían la salvación eterna. A la hora de redimir pecados, las expediciones contra los musulmanes fueron equiparadas a las peregrinaciones.
En el siglo IV se identificaron los lugares de la vida y la pasión de Jesucristo, así como sus reliquias. El emperador Constantino mandó edificar la basílica del Santo Sepulcro, que consolidó unas peregrinaciones que no logró detener la ocupación de Jerusalén por los musulmanes (638). No fue hasta principios del siglo XI cuando el califa Hakim inició una virulenta campaña anticristiana. Los peregrinajes prosiguieron, pero la invasión turca del Imperio bizantino volvió a cortar el camino hacia Jerusalén (1071).
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